Los Peligros De Una Apostasía Extendida Y Generalizada

01
Dic
los peligros de una apostasia extendida y generalizada

“Así que, el que piensa estar firme, mire no caiga” (1 Corintios 10:12).

 

Pablo recuerda a los creyentes en Roma de la apostasía judaica, la cual resultó en que Dios les cortara. Ahora, los gentiles habían sido injertados en lugar de los judíos, y como consecuencia de esto estaban comenzando a jactarse contra ellos, debido a que estaban orgullosos de ocupar su lugar.

 

Pablo dice: “No te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. Pues las ramas, dirás, fueron quebradas para que yo fuese ingerido. Bien: por su incredulidad fueron quebradas, más tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, antes teme. Que, si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco no perdone.” (Romanos 11:18-21).

 

Algunos piensan que la preservación de la religión verdadera es la obra del ministerio ordenado. Entonces, no se preocupan porque piensan que no es su responsabilidad.

 

Pero, cada creyente es responsable de ver que el poder y la santidad de la verdad sean mantenidos en su propio corazón y vida. Solamente así, la apostasía será refrenada. Si el pueblo no es santo, entonces las iglesias no serán santas y tampoco la nación.

 

Otros no niegan que la apostasía actual es algo muy extendido, pero están seguros de que ellos no apostatarán del evangelio. Piensan que otros necesitan ser advertidos, pero no ellos.

 

Estos, se olvidan del ejemplo de Pedro. El jamás pensó que negaría a Cristo, pero estuvo completamente equivocado. Más tarde, en su primera epístola, Pedro advierte a los creyentes a no vivir presuntuosamente, como si nunca pudiesen apostatar. No solamente deberían vivir con temor, sino también santificar al Señor en sus corazones, y siempre estar dispuestos a dar una respuesta de la esperanza que está en ellos, con mansedumbre y temor (1 Pedro 1:17; 3:14-15).

 

PRIMERA ADVERTENCIA – CONSIDERE QUÉ TAN EXTENDIDA ESTÁ, ESTA APOSTASÍA.

 

La ignorancia, profanidad y la mundanalidad, manifiestan como la gente ha abandonado al Señor, cuán pecaminosa es la nación, cuán cargado está el pueblo de iniquidad y cuánto han provocado a ira al Señor (Isa.1:4-6).

 

Si se nos advirtiera de que hay una epidemia en el país, y que algunas personas ya han muerto por esta causa, estaríamos justamente preocupados y tomaríamos precauciones para no ser contagiados.

 

Pero si la epidemia estuviese esparcida por todas partes y miles fueran muertos por ella, entonces seríamos muy necios si viviéramos presuntuosamente, creyendo que nosotros seríamos protegidos sin tomar ninguna precaución.

 

Muchos están siendo endurecidos por “el engaño del pecado”. ¿Acaso no estamos nosotros en peligro de ser endurecidos también? Nuestras almas tienen en sí mismas, los mismos principios de amor hacia el mundo y el pecado, igual como aquellos que han apostatado de Cristo. ¿Acaso somos mejores o más fuertes que ellos para resistir las tentaciones hacia la apostasía? Somos necios si no nos despertamos a una vigilancia más cuidadosa en este tiempo de gran peligro espiritual.

 

SEGUNDA ADVERTENCIA – LA APOSTASÍA ACTUAL ESTÁ ACOMPAÑADA POR UN GRAN PELIGRO.

 

Cuando una epidemia está desapareciendo, el peligro de contraer la infección ya no es tan grande. Pero cuando la epidemia se está extendiendo rápidamente, entonces el peligro es muy fuerte.

 

Hoy en día, todos están de acuerdo en que el estado del mundo se está volviendo cada vez peor.

 

¿Cuáles evidencias existen de grandes avivamientos que estén volviendo a las naciones al evangelio, y a los pueblos a vivir santamente?

 

La mayoría de nuestra nación, rechaza el evangelio verdadero. La influencia de Roma se está incrementando mucho. La verdad bíblica pierde terreno cada día, mientras que las sectas heréticas crecen y se aumentan.

 

¿Es este un tiempo para estar seguros y descuidados? ¿No podemos encontrar acaso una incipiente apostasía en nosotros mismos? ¿No hay evidencias de un decaimiento del celo y el amor en nuestros corazones? ¿Podemos decir que nunca hemos descuidado nuestros deberes cristianos? ¿No existe ninguna tibieza en nosotros o en nuestra iglesia? (Apocalipsis 3:15-17). ¿Acaso tenemos nombre de que vivimos, pero en realidad estamos espiritualmente muertos o cerca de la muerte? (Apocalipsis 3:1).

 

El gran peligro de esta apostasía es que viene en una forma tal, que hace pensar a los creyentes y a las iglesias, que no se está esparciendo ni incrementando, sino más bien menguando.

 

TERCERA ADVERTENCIA – NO SABEMOS CUÁN LEJOS LLEGARÁ ESTA APOSTASÍA, NI QUÉ ALTURA ALCANZARÁ.

 

Dios puede poner fin a ella en cualquier momento. Pero, habiendo sido provocado por la ingratitud de un mundo malvado, ninguno de nosotros sabe cuánto tiempo detendrá Dios las poderosas influencias de su Espíritu. El mundo entero (hasta donde sabemos) pudiera convertirse a la religión del papado, y esto pudiera suceder bajo la ayuda y la guianza de aquellos que dicen adherirse a la verdad bíblica. Por otra parte, el mundo pudiera volverse tan corrupto, que ya no habría diferencia en la religión que se profesara.

 

Pero, hay dos verdades que nos pueden traer consuelo en este tiempo de apostasía generalizada:

 

La primera verdad es: “Conoce el Señor a los que son suyos” (2 Timoteo 2:19).

Sus elegidos serán preservados y jamás será permitido que caigan en una apostasía permanente y final.

 

La segunda verdad es que Dios ha señalado un tiempo cuando El pondrá fin a toda apostasía.

“Porque la tierra será llena de conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren la mar” (Habacuc 2:14).

 

Algún día, El derramará sus plagas de juicio contra Babilonia, y los reinos de este mundo vendrán a ser los reinos de nuestro Señor Jesucristo, y El reinará para siempre jamás (Apo.11:15). Pero cuándo serán estas cosas y que ocurrirá antes de que sean cumplidas, no lo sabemos. Por lo tanto, debemos velar para que no seamos alcanzados por esta gran apostasía.

 

CUARTA ADVERTENCIA – CONSIDERE CUÁN INSIDIOSAMENTE Y ENGAÑOSAMENTE ESTA APOSTASÍA SE INTRODUCE EN LAS VIDAS DE LA GENTE, CONDUCIÉNDOLES A APARTARSE DEL EVANGELIO.

 

La apostasía tiene muchas formas sutiles e insidiosas para engañar a las almas inestables. Puede alcanzarnos en nuestro trabajo, en nuestro hogar, a través de la familia, en nuestras diversiones o por medio de nuestras posesiones.

 

La incredulidad, la naturaleza engañosa del pecado, las concupiscencias y los deseos corruptos, la flojera espiritual, el amor del dinero y el afán de este siglo, todas estas cosas están allí, dispuestas a seducirnos a abandonar el evangelio y caer en la apostasía. Por lo tanto, debemos: “Dejar todo el peso del pecado que nos rodea” (Hebreos 12:1).

 

Debemos cuidar “Que en ninguno de vosotros haya corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo: Antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice Hoy; porque ninguno de vosotros se endurezca con engaño de pecado” (Hebreos 3:12-13).

 

Debemos también “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor: Mirando bien que ninguno se aparte de la gracia de Dios, que ninguna raíz de amargura brotando os impida, y por ella muchos sean contaminados; Que ninguno sea fornicario, o profano, como Esaú, que por una vianda vendió su primogenitura.

 

Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue reprobado (que no halló lugar de arrepentimiento), aunque la procuró con lágrimas” (Hebreos 12:14-17).

 

Satanás está listo para corromper nuestras mentes y envenenar nuestros deseos. Él es como un león rugiente, buscando a quien puede devorar (2 Corintios 11:3; 1 Pedro 5:8).

 

Algunos han caído en la apostasía “creyendo herejías de perdición y negando al Señor que los rescató” (2 Pedro 2:1). Algunos han sido conducidos a la apostasía por la superstición y la idolatría y otros por el desprecio a los misterios del evangelio. La ambición, el orgullo, el amor del mundo, el descuido de los deberes espirituales y morales, la sabiduría carnal, las concupiscencias sensuales, las dudas y la indiferencia hacia las cosas divinas y sobrenaturales, la alabanza y la popularidad del mundo con su espectáculo y pompa vana (lo cual conduce a las personas a amar los placeres más que a Dios), todas estas cosas son los caminos por los cuales la apostasía infecta peligrosamente y engaña a la gente.

 

Entonces, nosotros no debemos ser engañados. “No erréis, las malas compañías corrompen las buenas costumbres” (1 Corintios 15:33).

 

Serpientes y escorpiones yacen por todas partes cerca de nuestros pies. Trampas y artimañas han sido preparadas para que caigamos en ellas. Todos aquellos que escapan de algún mal, están en peligro de caer en otros. ¿Cómo escaparemos de caer en una apostasía tan grande, si somos descuidados en un solo deber?

 

QUINTA ADVERTENCIA – HAY UNA APOSTASÍA LA CUAL ES IRREVOCABLE Y QUE TERMINA EN LA RUINA ETERNA DEL ALMA.

 

Nadie, de acuerdo con la regla del evangelio, puede estar en un estado del cual no pueda ser salvado. Dios no permite a ningún hombre que sea el juez soberano y absoluto de sí mismo. Tal cosa le quitaría la prerrogativa divina de juzgar y colocaría al pecador en el lugar de Dios mismo. La persona que se desespera diciendo “Yo soy mi propio dios en este asunto. He pecado gravemente y me he juzgado a mí mismo. He perdido eternamente la salvación. No veo como la bondad de Dios pudiera jamás mostrar gracia y misericordia hacia mí”. Esta mala actitud ha sido reprendida por Dios en ocasiones salvando de ella a grandes apóstatas. Pensemos por ejemplo en el caso del Rey Manasés (2 Crónicas 33:10-13).

 

Sin embargo, hay una apostasía de la cual es imposible que la persona sea restaurada y recuperada. Existe aquella clase de apostasía en donde los medios de gracia solamente pueden producir los espinos y abrojos de la incredulidad y el desprecio del evangelio (Hebreos 6:4-8). Y existe aquella clase de apostasía en donde la gran salvación es voluntariamente rechazada y menospreciada en sus ordenanzas (Hebreos 10:26-29).

 

Todos los retrocesos, si no somos cuidadosos, pueden conducirnos a este estado de apostasía irrevocable. Por lo tanto, debemos tener cuidado de no solapar ningún pecado, y tampoco abrigar ni una sola concupiscencia pecaminosa.

 

SEXTA ADVERTENCIA – CONSIDERE LA NATURALEZA Y LA CULPA DE LA APOSTASÍA TOTAL Y LA SEVERIDAD DE DIOS CONTRA TALES APÓSTATAS.

 

La apostasía total de Cristo y su evangelio es un pecado más grande que el de los judíos que crucificaron a Cristo. A los judíos que crucificaron a Cristo, el evangelio les fue predicado y muchos de ellos se arrepintieron y fueron salvados. Pero Dios no tiene otro evangelio que ofrecer a aquellos que lo rechazan totalmente; tampoco tiene otro Cristo para propiciar el pecado de su apostasía. Por lo tanto, no existe posibilidad alguna de salvar a tales apóstatas.

 

EVIDENCIAS QUE ADVIERTEN RESPECTO AL PELIGRO DE UNA APOSTASIA TOTAL

 

Primera evidencia: La Primera evidencia: pérdida de toda apreciación de la bondad, la excelencia y las glorias de la verdad del evangelio, es la primera señal de peligro.

 

Tal como los judíos no vieron nada en Cristo que les motivara a desearlo, así también la persona que va en camino hacia la apostasía total, comienza por no ver nada en el evangelio como para desearlo. Junto con esta señal, existe también el amor por el pecado y los placeres de este mundo. El deleite en Cristo y su evangelio se disminuye, si no es que se pierde totalmente.

 

Segunda evidencia: La primera señal muy pronto da lugar a la pérdida de la convicción de que el evangelio es verdadero y de origen divino.

 

Las evidencias que Dios ha puesto en su evangelio para probar la verdad de su origen divino, y todos los argumentos a favor de la verdad, ya no hacen ningún impacto ni tienen autoridad. Ahora el evangelio es visto como “fábulas artificiosas”. La persona ya no da asentimiento a la verdad y se convierte en un incrédulo. Ya no siente ningún respeto por la Escritura.

 

Tercera evidencia: Enseguida viene el desprecio hacia las cosas prometidas por el evangelio.

 

Motivado por el odio hacia Cristo, el apóstata rechaza y menosprecia las promesas y priva eternamente a su alma de ellas. Prefiere más bien no tener a Dios, que tenerlo a través de Cristo. Este es uno de los pecados más provocativos. No es posible hacer un reproche mayor a Cristo que éste, no dándole el honor por su verdad y su poder. Los judíos que crucificaron a Cristo no pudieron ser acusados de ninguno de estos pecados.

 

Cuarta evidencia: El apóstata puede rechazar totalmente la religión cristiana a cambio de otra.

 

Esto trae gran deshonra a Cristo, quien por su gracia nos libró de estas maldades en la época de la Reforma. Por otra parte, el apóstata puede rechazar totalmente a Dios, ya no buscando agradarle en ningún sentido, ni viviendo para El. Ahora, sus propias concupiscencias y deseos son su “dios”. Él vive solamente por los placeres del mundo, prefiriéndolos en lugar de Cristo y sus promesas, y menosprecia así con desdén todas las advertencias (Filipenses 3:18-19).

 

Quinta evidencia: Al despreciar a Cristo y la pureza de su religión, el apóstata desprecia y rechaza también al pueblo fiel de Cristo.

 

Los grandes apóstatas se han convertido casi siempre en grandes perseguidores, tanto en palabra como en hechos, en conformidad con su poder y capacidad. Todos aquellos que aman a Cristo, aman también a su pueblo. Todos aquellos que odian a Cristo odian también a los que son suyos. Aquellos que continúan creyendo el evangelio, son menospreciados por los apóstatas como débiles y necios. Entonces, el apóstata deja el compañerismo de los creyentes (1 Juan 2:19).

 

Sexta evidencia: Finalmente, los apóstatas menosprecian al Espíritu de Dios y toda su obra en la dispensación del evangelio (Hebreos 10:29).

 

El Espíritu Santo es aquel que fue especialmente prometido bajo la Era evangélica. La promesa del Espíritu Santo es el privilegio especial y la gloria del evangelio. El Espíritu fue enviado por el Cristo resucitado y exaltado (Hech.2:33). Su obra completa consiste en glorificar, exaltar a Cristo y hacer que su obra mediadora sea eficaz en las almas de los hombres. El Espíritu Santo es la vida y el corazón del evangelio. Por lo tanto, apostatar del evangelio muestra una especial enemistad en contra de Él y de su obra.

 

Cuando los apóstatas han “pisoteado al Hijo de Dios” y han “tenido por inmunda la sangre del testamento, en la cual fueron santificados”, entonces ellos insultan y “afrentan al Espíritu de gracia” (Hebreos 10:29).

 

Séptima evidencia: La apostasía total se muestra a sí misma en una abierta profesión y declaración de odio en contra del evangelio, hasta el punto que sea consistente con los intereses mundanos.

 

Los intereses seculares pudieran impedir que sea conveniente o sabio manifestar abiertamente que uno ha rechazado a Cristo y su evangelio. Pero cuando la apostasía está muy esparcida y es popular, entonces el apóstata manifestará sus verdaderos colores traicioneros sin vergüenza.

 

Entonces, estas son las siete evidencias o señales de la apostasía total, de las cuales debemos tener mucho cuidado.

 

La apostasía total resulta en que sea inconsistente para la santidad justicia y fidelidad de Dios, la renovación para arrepentimiento de tales personas, quienes son plena y abiertamente culpables de este pecado. Algunos hombres que han probado las verdades del evangelio y han tenido algunas convicciones de su verdad y excelencia, rechazan obstinadamente el único camino de salvación que Dios ha provisto para los pecadores. Entonces, han menospreciado a la bendita Trinidad y a cada persona divina que tiene su parte en la obra de salvación. En su fidelidad y santidad, Dios no quiere, ni tampoco puede tener misericordia de tales pecadores presuntuosos. Dios puede soportar y por un tiempo soporta a los malvados apóstatas en este mundo. Y esto lo hace sin mostrar ninguna señal visible de su desagrado, porque su justicia queda satisfecha en los juicios espirituales que envía sobre ellos. Pero Dios solamente los tolera como “vasos de ira preparados para destrucción”, “cuya perdición no se duerme” (Romanos 9:22; 2 Pedro 2:3).

 

Estas cosas pueden ser suficientes para advertir a los hombres del peligro de la apostasía. Advertirán a todos aquellos que las consideren, y a quienes aún no están endurecidos por el engaño del pecado. A todos aquellos que temen que pudieran haber caído en un estado de apostasía irrevocable, debido a que se sienten espiritualmente muertos y estériles, y han descuidado sus deberes espirituales a causa de los placeres pecaminosos, y se encuentran en un estado de desesperación, les ofrezco las siguientes consideraciones.

 

Todos los retrocesos espirituales son peligrosos. Ninguno que se encuentre en tal estado puede tener una seguridad de paz y consuelo de Dios o de sus promesas. Por lo tanto, arrepentíos y “Buscad á Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos; y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:6-7).

 

Si usted está espiritualmente consciente de la maldad de su retroceso espiritual, entonces usted está todavía en una condición de la cual pudiera recuperarse. Nadie está más allá de la esperanza de salvación, hasta que esté más allá de toda posibilidad de arrepentirse. Y nadie está más allá de la posibilidad de arrepentirse, hasta que esté completamente endurecido contra todas las convicciones del evangelio.

 

Cristo llama a los hombres a que se arrepientan de sus retrocesos espirituales y ayudará a aquellos que le buscan de todo corazón (Apocalipsis 2:5; 3:1-3). Dios ha prometido restaurar y sanar todos los retrocesos espirituales de los creyentes (Oseas 14:4).

 

Si estos puntos no son suficientes para animarle a arrepentirse de sus retrocesos, entonces hay motivos para temer que usted irá de mal en peor, hasta que el poder del pecado tenga un dominio completo sobre su vida. No importa cualquier excusa que usted anteponga para no arrepentirse, la verdad es que no quiere arrepentirse y esto es debido a la incredulidad o debido a que usted ama los placeres del pecado, más que a Dios.

 

Entonces, si su retroceso de los caminos de la santidad y la obediencia no ha surgido de un rechazo de Cristo y del evangelio, y si usted no ha escogido alguna otra religión o el pecado en lugar de Cristo, entonces tiene muchos motivos que le animan a arrepentirse y a usar todos los medios evangélicos que le traigan a una recuperación espiritual. Pero el mandato de arrepentirse es tan urgente, como la orden dada a Lot de abandonar Sodoma (Génesis 19:15-16). No es momento para dilatarse y pensarlo, no hay tiempo para demoras.

 

Pero si alguno dijera: “¿Qué debo pensar acerca de mis continuas y repetidas fallas? Nunca he alcanzado la norma de santidad requerida por el evangelio y entonces mi condición es igual a la de aquellos que han caído de la santidad evangélica. El pecado tiene dominio sobre mí. Estoy siendo continuamente vencido por algún pecado, y ahora se ha convertido en un hábito.”

 

A ESTO RESPONDO QUE HAY TRES COSAS QUE USTED NECESITA SABER ACERCA DEL PECADO:

 

Primero, existe el poder cautivador del pecado (Romanos 7:23).

 

Bajo el poder cautivador del pecado, la voluntad en todos sus deseos e inclinaciones está decididamente en contra del poder del pecado, de tal modo que lucha y sufre, porque está consciente de su cautividad ante el pecado. Esta cautividad (debilidad) a la ley del pecado, no significa que la persona realmente cometa pecados, sino más bien se refiere a la lucha en contra del pecado que sucede en su corazón. De esta condición, nadie está completamente

libre en este mundo (Romanos 7:24).

 

Segundo, existe el poder vencedor del pecado (2 Pedro 2:19).

 

Los hombres son “siervos de corrupción” en el sentido de que son “vencidos” por el pecado y “sujetos a la servidumbre”. No se entregan voluntariamente al servicio del pecado, sino que son vencidos por su poder.

 

Tercero, existe un estado en el cual los hombres, estando bajo el poder del pecado, se entregan a sí mismos voluntariamente a su servicio, a pesar de la oposición de su conciencia (Romanos 6:16-19).

 

Entonces, todos aquellos que se quejan de estar bajo el poder de algún hábito pecaminoso el cual no pueden vencer, parecen estar bajo el poder de pecado y ser sus siervos, porque frecuentemente cometen pecados específicos. Y esto es así, a pesar de toda la luz y convicción que tienen, así como de todos sus esfuerzos para librarse.

 

Si este es el caso, entonces ellos están en un gran peligro. Si algún remedio no es encontrado, ellos jamás tendrán la seguridad de ser creyentes verdaderos. Si usted es tal persona y ha tratado de romper este hábito pecaminoso, pero ha fallado, entonces, busque alguna persona espiritualmente capacitada que le pueda ayudar.

 

“Confesaos vuestras faltas unos a otros” (Santiago 5:16). Por las maquinaciones de satanás, esta práctica fue abusada y convertida en la necesidad de confesar todo pecado a un sacerdote (quien supuestamente tenía el poder de absolución). Esto produjo innumerables males y arruinó las almas de los hombres, desviándoles del verdadero propósito de este mandato, el cual simplemente animaba a los creyentes a buscar la ayuda de otros. “Por tanto, si tu ojo derecho te fuere ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti: que mejor te es que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.

 

Y si tu mano derecha te fuere ocasión de caer, córtala, y échala de ti: que mejor te es que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (Mateo 5:29-30).

 

Usted tiene que echar mano de este hábito pecaminoso y sacarlo de su vida. Usted tiene que cortarlo y echarlo fuera. Usted debe rechazarlo en sus primeras tentaciones. Trátelo como si fuera algún ladrón o alguna persona malvada que quiere que usted sea su compañero. No le dé su consentimiento (Salmo 50:18; Proverbios 1:10-19).

 

Rechácelo como un alcohólico debería rechazar el vino (Proverbios 23:31), o como un hombre moral rechazaría a una mujer inmoral (Proverbios 5).

 

También, todas las razones por las cuales este hábito debería ser conservado, deben ser rechazadas. Evite todos los lugares y las personas en donde este pecado es permitido y en donde usted podría tener dificultades para resistirlo (Proverbios 4:14-15).

 

Finalmente, ore sin cesar por la gracia de Dios para poder vencer el poder de este hábito.

 

Cuando las manos de Moisés se cansaban, Amalec prevalecía. Pero cuando las manos de Moisés permanecían levantadas en oración, Amalec era derrotado. Ese hábito pecaminoso es su Amalec, y pudiera ser el medio que Dios está usando para enseñarle a usted el poder de la oración, y para introducirlo en el hábito de orar. Pudiera ser también que ese hábito pecaminoso fuera “un aguijón en la carne” para mantenerlo humillado y hacerle sentir su debilidad y su gran dependencia de la gracia de Cristo (2 Corintios 12:7-10).

Guía Devocional Cadena Intercesión Diaria

Compártelo Con Tus Familiares y Amigos

Deja un comentario