La Gloria de Cristo como la única manifestación de Dios para los creyentes

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Dic
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La gloria de Dios surge desde su naturaleza santa y de las cosas excelentes que El hace. Pero sólo podemos ver esta gloria por medio de mirar a Cristo Jesús (2 Cor.4:6) Cristo es  «El resplandor de su gloria» y «El es la imagen del Dios invisible» (Heb.l:3, Col.l:15). El nos muestra la naturaleza gloriosa de Dios y nos revela su voluntad para nosotros. Sin Cristo nunca podríamos ver a Dios ni ahora, ni en el futuro (vea Jn.l:18). Cristo y el Padre son uno. Cuando Cristo se hizo hombre, manifestó la gloria de su Padre. Solamente Cristo da a conocer a los hombres y a los ángeles la gloria del Dios invisible. Esta revelación es el fundamento sobre el cual la Iglesia se edifica y la  base  de  todas  nuestras  esperanzas  de  salvación  y  vida eterna. Aquellos que por fe no pueden ver esta gloria de Cristo, no conocen a Dios. Son como aquellos judíos y gentiles incrédulos del tiempo antiguo. «Porque los judíos piden señales, y los griegos  buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero y para los gentiles locura; mas a los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios(1 Cor.l:22-24).

Desde que la predicación del evangelio comenzó, el gran propósito del diablo ha sido cegar los ojos de los hombres para que no vean la gloria de Cristo. «Si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.» (2 Cor.4:3-4) Esta ceguera y tinieblas son quitadas en aquellos que creen en el poder omnipotente de Dios. «Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.» (2 Cor.4:6)

Una gran parte de la miseria y el castigo contra la humanidad, a causa de la caída de Adán, han sido las densas tinieblas y la ignorancia con las cuales la mente humana ha sido cubierta desde ese entonces.

Los hombres y las mujeres se han jactado

 

de ser sabios, pero su sabiduría no les ha conducido hacia Dios (vea  1  Cor.l:21  y  Rom.l:21).  Los  razonamientos  de  «los filósofos» y «los entendidos» acerca de las cosas invisibles que están más allá del entendimiento humano no han salvado a la humanidad de la idolatría y de la práctica de toda clase de pecados. Satanás es el príncipe de las tinieblas y ha impuesto su   reino   de   tinieblas   en   la   mente   de   los   hombres, manteniéndolos en la ignorancia de Dios. Toda iniquidad y confusión entre los seres humanos procede de estas tinieblas y de la ignorancia de Dios. Dios nos pudiera haber dejado perecer en la ceguera y la ignorancia de nuestros antepasados, pero nos ha traído «de las tinieblas a su luz admirable» (1 Pe.2:9). La gloria especial y los privilegios de Israel consistieron de poseer la revelación de Dios (La Palabra de Dios). «Ha manifestado sus palabras a Jacob, sus estatutos y sus juicios a Israel. No ha hecho así con ninguna otra de las naciones.» (Sal.l47:19-20) No obstante, Dios les habló desde las densas nubes, porque no podían comprender la gloria que posteriormente había de ser conocida por medio Cristo. (Ex.20:21, Deut.5:22).

Cuando Cristo vino, fue manifiesto que «Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en El» (1 Jn.l:5). Cuando el Hijo de Dios apareció en carne humana, Dios manifestó que la naturaleza divina era una naturaleza gloriosa de tres personas en una (una Trinidad). La luz de este conocimiento resplandeció en medio de las tinieblas del mundo de tal manera que nadie podría continuar siendo ignorante de Dios excepto aquellos que no quisieran ver. (Vea Jn.l:5,14, y 17-18; 2 Cor.4:3-4).

La gloria de Cristo es que El revela la verdad acerca de la naturaleza invisible de Dios.

Cuando creemos por primera vez, vemos a Dios el Padre en Cristo. No tenemos que hacer la petición que hizo Felipe. «Felipe le  dijo:  Señor,  muéstranos  el  Padre  y  nos  basta»  porque habiendo  visto  a  Cristo por  la  fe, ya  hemos  visto al  Padre también (Jn.l4:8-9). David anhelaba esta visión: «Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela… para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario» (Sal.63:l-2). En el tabernáculo había sólo una representación obscura de la gloria de Dios. ¡Cuánto más deberíamos valorar la visión que nosotros tenemos de ella, aunque sea «como en un espejo»! (2 Cor.3:18). Moisés había visto muchas obras maravillosas de Dios, pero él sabía que la satisfacción verdadera consistía en ver la gloria de Dios. Por eso oraba: «Te ruego que me muestres tu gloria» (Ex.33:18).

Es solamente en Cristo que podemos tener una visión clara y distinta de la gloria de Dios y sus excelencias.

La sabiduría infinita es una parte de la naturaleza divina y la fuente de todas las obras gloriosas de Dios. «¿Pero dónde se hallará esta sabiduría?» (Job 28:12) Podemos ver esta sabiduría a través de sus resultados y su efecto más grande; es decir, la salvación de la Iglesia. El apóstol Pablo fue llamado a «aclarar a todos cual sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio  de  la  Iglesia,  a  los  principados  y  potestades  en  los lugares celestiales» (Ef.3:9-10). La sabiduría divina manifestada en el mundo físico, aunque es muy grande, es pequeña comparada con la sabiduría de Dios dada a conocer en Cristo Jesús. Pero solamente los creyentes ven esta sabiduría de Dios en Cristo; los incrédulos no la pueden ver (vea 1 Cor.l:22-24). Si somos suficientemente sabios para ver esta sabiduría claramente, tendremos «gozo inefable y glorioso» (1 Pe.l:8).

Debemos considerar también el amor de Dios como parte de esta naturaleza divina, «porque Dios es amor» (1 Jn.4:8). Las mejores ideas humanas acerca de Dios son imperfectas y afectadas  por  el  pecado.  Ellos  piensan  que  Dios  es  «todo bondad» y que es parecido a los hombres (vea Sal.50:21). Aquellos  que  no  conocen  a  Cristo  no  se  percatan  de  que, aunque Dios es amor, su ira «es manifiesta desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres» (Rom.l:l8).

Entonces ¿Cómo podremos conocer el amor de Dios y ver su gloria en dicho amor? El apóstol nos dice: «En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él» (1 Jn.4:9).

Esta es la única evidencia revelada a nosotros de que Dios es amor. Estaríamos todavía en completa oscuridad si el Hijo de Dios no hubiera venido para mostrarnos la verdadera naturaleza y actividad del amor divino. Ahora podemos ver cuán hermoso, glorioso y deseable es Cristo, como Aquel que nos enseña que Dios es amor.

  • Viendo esta gloria es la única manera en que podemos obtener santidad, consuelo y preparación para la gloria eterna
  • Por lo tanto, considere lo que Dios ha dado a conocer acerca de sí mismo en su Hijo, especialmente su sabiduría, amor, bondad, gracia y misericordia
  • La vida de nuestras almas depende de estas cosas. Puesto que el Señor Jesucristo es el único camino señalado para recibir estas bendiciones, ¡cuán extremadamente glorioso debería ser ante los ojos de los creyentes!
  • Hay algunos que ven a Cristo sólo como un gran maestro, pero no como la manifestación única del Dios invisible. Pero si usted tiene un deseo hacia las cosas celestiales, le pregunto:
  • ¿Por qué ama a Cristo y confía en Él?
  • ¿Por qué le honra y desea estar con Él en el cielo?
  • ¿Puede usted dar una razón de porqué hace estas cosas? ¿Es una de las razones el hecho de que usted vea la gloria de Dios en el plan de la salvación, (gloria la cual de otro modo le hubieran estado oculta eternamente)?
  • Hay una profecía de que en los tiempos del Nuevo Testamento nuestros «ojos verían al rey en su hermosura» (Isa.33:17).
  • ¿Cuál es la hermosura de Cristo? Consiste de que El es Dios y que es la gran representación de la gloria de Dios para nosotros.
  • ¿Quién puede describir la gloria de este privilegio?
  • ¡Qué nosotros que nacimos en oscuridad e ignorancia y que merecíamos ser echados a las tinieblas de afuera, hayamos sido traídos a la maravillosa «luz del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo»! (2 Co4:6)
  • La incredulidad ciega los ojos del entendimiento de muchas personas. Aún entre los que dicen tener conocimiento de Cristo, hay muy pocos que entienden su gloria y que son transformados a su semejanza
  • Nuestro Señor Jesucristo dijo a los fariseos que, no obstante su jactancia de poseer el conocimiento de Dios, «Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su pa» (Jn.5:37) Es decir, que no le conocían realmente y que no tenían una visión espiritual de su gloria.
  • Nadie jamás llegará a ser semejante a Cristo simplemente imitando sus obras y acciones o poseyendo un conocimiento intelectual de El.

 

  • Solamente una experiencia de la gloria de Cristo tiene poder para hacer a un creyente semejante a El.
  • La verdad es que los mejores de  entre  los  creyentes  son  muy  negligentes  para dedicar mucho tiempo a la meditación de este asunto.
  • Los pensamientos acerca de la gloria de Cristo son muy altos y muy difíciles para nosotros. No podemos deleitarnos en ellos por mucho tiempo sin sentirnos cansados y obstaculizados en esta labor; y no obstante, ver la gloria de Cristo es lo que haremos en el cielo por toda la eternidad sin ningún cansancio.
  • Lo que al presente nos obstaculiza es nuestra falta de espiritualidad, y el hecho de que nuestros deseos y pensamientos se ocupan de otras cosas.
  • Si nos animáramos más para contemplar «las cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles» (1 Pl:12), nuestro entendimiento y fuerza espiritual se incrementarían cada día. Entonces ¡manifestaríamos  más  de  la  gloria  de  Cristo  por nuestra manera de vivir, y aún la muerte misma nos sería bienvenida!

Hay personas que dicen que no entienden estas cosas. Además, dicen  que  tal  entendimiento  de  la  gloria  de  Cristo  no  es necesario para vivir la vida cristiana práctica.

Mi respuesta a esta objeción es lo siguiente:

  1. No hay nada más plena y claramente revelado en el evangelio que el hecho de que Jesucristo es la manifestación del Dios invisible, y que al verle a El, también vemos al Padre.

Esta es la verdad y el misterio fundamental del evangelio. Si esta verdad esencial no es recibida y creída, todas  las  demás  verdades  bíblicas  son  inútiles  para nuestras almas.

Si aceptamos a Cristo solo como un gran maestro,  pero  no  aceptamos  la  verdad  de  su  carácter único y divino, entonces todo el evangelio se convierte en una fábula.

  1. 2. La razón principal por la cual la fe nos ha sido dada es a fin de que veamos la gloria de Dios en Cristo y meditando en ella seamos afectados. Si no poseemos este entendimiento (el cual es dado por el poder de Dios a todos aquellos que creen), no conoceremos cosa alguna del misterio del evangelio. (Vea El:17-19; 2 Cor.4:3-6)
  1. 3. Cristo es infinitamente glorioso y muy por encima de toda la creación. Es solamente a través de El que la gloria del Dios invisible es más plenamente conocida por nosotros, y es sólo por El que la imagen de Dios es renovada en nosotros.
  1. 4. La fe en Cristo como Aquel que nos revela la gloria de Dios es la raíz  de  la  cual  crece  toda  práctica  cristiana. Cualquiera que no tiene esta clase de fe, no puede ser un cristiano verdadero.

A aquellos a quienes esta enseñanza les parezca algo nuevo pero que no son enemigos de la verdad de la gloria de Cristo, les daré los siguientes consejos:

  1. 1. El privilegio más grande en esta vida es el de ver la gloria del Padre en toda su santidad manifestada en Cristo. Porque esta es la vida eterna: «Que te conozcan el sólo Dios verdadero, y a Jesucristo al cual has enviado» (Jn.l7:3). A menos que usted valore esto como un gran privilegio, nunca podrá disfrutarlo.
  1. 2. El conocimiento de Cristo es un gran misterio, el cual requiere mucha sabiduría espiritual para entenderse y obtener su valor práctico. La sabiduría humana no nos ayudará del todo; es necesario que seamos enseñados por Dios mismo (vea Jn.l:12-13; Mat.l6:16-17). Como el artesano tiene que capacitarse en las técnicas de su oficio, también nosotros debemos usar los medios señalados por Dios con el propósito de hacernos creyentes hábiles para esta tare La oración ferviente es el principal de estos medios. Ore como Moisés, para que Dios le muestre su gloria. Ore como  Pablo:  «Para  que  el  Dios  de  nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de El» (Ef.l:17). Las almas flojas nunca pueden obtener una experiencia  de  esta  gloria  pero  para  los  diligentes, buscarla es su placer.
  1. 3. Aprenda de los impíos. ¡Cuán celosos son en perseguir sus deseos pecaminosos y en deleitarse en sus concupiscencias! ¿Seremos perezosos para meditar en aquella gloria, la cual esperamos ver algún día más plenamente?
  1. 4. Los cielos declaran la gloria de Dios pero de ellos aprendemos poco de la gloria divina en comparación con el conocimiento que nos es dado en Cristo Jesús. La gente más astuta y los filósofos más grandes están ciegos en comparación con aquellos que son los más pequeños en el reino de Dios pero que conocen la gloria de Cristo.

Entonces, lo que realmente deberíamos desear es conocer el poder de esta verdad en nuestros corazones. ¿Realmente deseamos tener el mismo gozo, descanso, deleite y la indescriptible satisfacción de los santos que ya están en el cielo? Nuestro presente conocimiento de la gloria de Cristo es el principio de estas bendiciones y entre más que conozcamos esta

gloria, más experimentaremos su poder transformador en nuestras almas. Las cosas espirituales son cada vez más preciosas a aquellos que meditan en ellas y a aquellos que se deleitan caminando en las veredas del amor y la fe.

Tres puntos finales surgen de lo que hemos considerado:

  1. 1. Sabemos que la sabiduría, bondad, amor, gracia, misericordia y poder de Dios, son atributos infinitamente gloriosos tal como existen en El. Pero sólo pueden ser realmente entendidos por nosotros cuando tengamos una visión satisfactoria y  estimulante  de  estos  atributos obrando en favor de la redención de la Iglesia Entonces, los rayos de su gloria resplandecen hacia nosotros refrescándonos  con  un  gozo  indescriptible.  Como  el apóstol Pablo exclamó: «¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios… Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. Y a él sea la gloria por los siglos. Amén.» (Rom.ll:33-36)
  1. 2. Es por medio de Cristo que creemos en Dios (1 Pe.l:21).

Entonces Dios mismo en las perfecciones infinitas de su naturaleza divina es el objeto final de nuestra fe. Pero vemos esta gloria a través de Cristo quien es Dios mismo y el único camino señalado para revelar la gloria de Dios.

  1. 3. Cristo es el único camino para poder obtener el conocimiento salvador de Dios. Los grandes pensadores religiosos del mundo andan a tientas en la oscuridad del limitado entendimiento humano. Como un rayo de luz en la oscuridad de la noche ciega los ojos en lugar de iluminarnos el camino, así la luz del conocimiento de Dios en Cristo resplandece sobre los incrédulos en su oscuridad, y a pesar de ello no pueden ver el camino a causa de su incredulidad. «¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? y ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Pero los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así

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