
El propósito del evangelio es traer las mentes de los hombres de las tinieblas del error a la luz del conocimiento de Dios en la faz de Jesucristo (2 Corintios 4:6).
La triste realidad es que hay tinieblas espirituales en las mentes de los hombres por naturaleza.
Entonces, para poder discernir las cosas espirituales, se necesita la iluminación espiritual. En donde exista esta iluminación espiritual, ahí las tinieblas del error son disipadas. El propósito de la luz es disipar las tinieblas. Entonces, debemos reconocer que las tinieblas espirituales son parte de la depravación humana o la gracia iluminadora de Dios debe ser rechazada o no se necesita. La gran prueba de las tinieblas espirituales es vista en la negación de los hombres, de la necesidad de la luz espiritual. Sin embargo, aunque no es reconocido por aquellos que son ciegos espiritualmente, la iluminación espiritual es el don de aquel que “mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz” (2 Corintios 4:6).
Hay una gloria y belleza en las verdades espirituales del evangelio, que no pueden ser vistas por los hombres no espirituales. En las verdades espirituales del evangelio “la sabiduría de Dios en misterio” es revelada (1 Corintios 2:6-7).
Esta sabiduría tiene muchas facetas y está más allá de la capacidad de la mente humana descubrirla (Efesios 3:10; 1 Corintios 2:9-10).
En las verdades del evangelio pueden ser vistas la gloria divina y la excelencia de la sabiduría divina, como reveladas en la persona y la gracia de Cristo. El propósito de la sabiduría divina revelada en toda su gloria en el evangelio, es el renovar nuestra naturaleza en la imagen de Dios, a través de la vida divina de fe y obediencia. Pero ninguna de estas doctrinas espirituales puede ser entendida, ni espiritualmente discernida sin la obra iluminadora del Espíritu. Quizás un hombre puede conocer las doctrinas en su mente, y no obstante permaneciendo bajo el poder de las tinieblas espirituales, no puede discernir su verdadera naturaleza espiritual y gloria. La prueba de esto puede ser vista en las oraciones de los hombres santos de la Escritura; por la luz y la enseñanza espirituales; en las promesas divinas de iluminar salvíficamente a los hombres; y en las descripciones bíblicas de su obra iluminadora. Quienquiera que tenga iluminación espiritual y conocimiento de estas cosas, ciertamente ha experimentado esta iluminación y su mente será y está siendo transformada en su imagen (2 Corintios 3:18).
Sin esta iluminación, la mente no tiene un fundamento estable, ni fuerza perdurable, ni tampoco la capacidad de permanecer en la verdad contra las tentaciones, oposición y los engañadores, porque no tiene una seguridad sólida de la verdad de estas cosas.
Una seguridad externa y un entendimiento natural de las cosas espirituales no es suficiente, y el razonamiento humano no iluminado tampoco puede convencer nuestras mentes de que estas verdades son de Dios. Pero, estar plenamente seguros de que estas verdades nos son dadas por Dios, nos capacitará para permanecer firmes contra las tentaciones y la oposición. Pero esta seguridad surge solamente de una visión espiritual de ellas, dada a nosotros por el Espíritu Santo.
Una vez que su realidad y poder son experimentados en nuestras mentes, entonces somos persuadidos plenamente de su origen divino y de su veracidad, y esto nos capacitará para resistir todas las tentaciones de apostatar de ellas.
Esto incluye la renovación de nuestras mentes a través de la iluminación espiritual y la fe; incluye el abrazar estas cosas con la voluntad como verdades que debemos conocer y creer, y todo esto acompañado por un amor santo, celestial e inconquistable, aunado a una aprobación constante y alabanza de estas cosas como la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios. Esta seguridad, dada a nosotros por la iluminación espiritual, es mucho más grande que la seguridad que pudiéramos recibir por el entendimiento natural y la razón humana, y así pues la Escritura indica que debemos desearla más.
LA FALTA DE ILUMINACION ESPIRITUAL ES UNA DE LAS RAZONES POR LAS CUALES MUCHAS PERSONAS SE APARTAN DE LAS VERDADES EVANGÉLICAS.
¿Cómo ocurrió que los hombres bajo la apostasía papal abandonaran gradualmente las verdades principales del evangelio y toda la gloria espiritual de su adoración?
Lo hicieron porque no tenían el discernimiento espiritual de la gloria divina y la belleza de las verdades evangélicas, ni tampoco la experiencia de su poder en sus mentes. Entonces, escogieron aquellas cosas que externamente tenían una hermosura que ellos podían ver.
Muchos que eran eruditos y capaces en las doctrinas del evangelio, y que fueron vistos como pilares de la verdad, no obstante, han apostatado cayendo en el arrianismo, el pelagianismo, el socinianismo o en el papado.
Dos verdades que consuelan a los creyentes:
Algunos creyentes verdaderos, viendo que grandes hombres del evangelio han caído en la apostasía, temen que a ellos les pudiera suceder lo mismo. Entonces, para su consuelo, las siguientes dos verdades deberían ser sostenidas:
1. Dios ha escogido a un pueblo en Cristo desde antes de la fundación del mundo.
Estos han sido dados a Cristo, y él ha sido encargado de su salvación completa y final. Entonces, el propósito divino es el de preservar a sus elegidos y guardarlos para que no se aparten de El jamás. Jesús dijo: “Y esta es la voluntad del que me envió, del Padre: Que todo lo que me diere, no pierda de ello, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:39-40).
2. Dios preserva a sus elegidos en la santidad.
“Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo” (2 Timoteo 2:19).
Podemos decir que, ninguno que abandona la verdad ha visto jamás la gloria de ella, ni tampoco ha experimentado su poder (1 Juan 2:19; Hebreos 6:9). Sin la iluminación salvadora de la verdad llevada a cabo por el Espíritu Santo, no tenemos la seguridad de que siempre nos “comportaremos varonilmente” y nos mantendremos “firmes en la fe”.
Escepticismo:
Sin la iluminación espiritual, las doctrinas del evangelio están sujetas al escepticismo. Los escépticos quieren dar la impresión de que no han renunciado a la verdad. Pero hablan y discuten respecto a la verdad con una actitud irreverente y escéptica. Son indiferentes en cuanto a si el evangelio es la verdad o no. La Escritura, La trinidad, los oficios de Cristo, la justificación por gracia y todas las demás grandes verdades del evangelio son pesadas y examinadas en la báscula manchada y desequilibrada de un escepticismo audaz e irreverente. Muchos de estos escépticos pudieran ser maestros de religión, pero en su forma de argumentar ponen de manifiesto su ignorancia fundamental de la diferencia entre la verdad y el error. Ellos no pueden ver la gloria, belleza y poder de la verdad, entonces no les importa si es considerada como verdad o como error.
La verdad espiritual y celestial está relacionada directamente al ser de Dios, a su sabiduría infinita, su amor y su gracia. Por lo tanto, la verdad tiene todas estas características divinas impresas en sí misma, las cuales la hacen gloriosa, atractiva y deseable a todos aquellos que son capaces de ver estas evidencias divinas en ella.
Por otro lado, el error está relacionado con satanás como la cabeza de la apostasía original, y esto distorsionada, deformada y causa confusión a la mente. La verdad tiene el poder de transformar el alma en la imagen de Dios y de llenarla con el amor de la verdad y con el poder para obedecerla.
Por otra parte, el error, desvía la mente hacia las veredas torcidas de la superstición y las necedades, o hacia el orgullo y el egoísmo. Si los hombres estuvieran conscientes de esta diferencia práctica entre la verdad y el error, abandonarían su escepticismo, especulación e indiferencia respecto a la verdad, y se pondrían a buscarla en su poder y en su vida.
La verdad, conocida verdaderamente, producirá la reverencia, el amor y una estima sagrada en las almas de los hombres, de tal modo que nunca se atreverían a prostituirla con el escepticismo, ni permitirían que fuera perturbada por cualquier imaginación necia de los hombres.
Las tinieblas impiden que la mente y el alma lleguen a una certidumbre de la verdad. Impiden que el alma ame la verdad y así no proveen ninguna defensa que proteja a la persona contra la apostasía.
Cada persona, en su ignorancia de cuál es la verdad y cuál es el error, es dejada a determinar por sí misma, cual es la verdad. Pero, cada hombre tiene su propia idea u opinión respecto a cuál es la verdad.
Entonces, puesto que la opinión de cada persona es igualmente válida como la opinión de otras, se vuelve muy fácil cambiar la verdad por el error, lo cual es el camino del escepticismo.
De esta manera, la verdad fue perdida, y la gente, paulatinamente cayó en la apostasía papal. Hoy en día grandes multitudes están dispuestas a hacer lo mismo. La verdad es la única guía para pensar correctamente. Si la mente no es guiada por la verdad, sus pensamientos pronto caerán en el error. La verdad divina es la única guía para la mente en todos sus razonamientos acerca de Dios. Sin la revelación divina, el hombre nunca tendría pensamientos correctos acerca de Dios.
Muchos de aquellos que aceptan las verdades divinas con sus mentes (aún en su forma más pura y en sus revelaciones más sublimes), frecuentemente son tan malvados y pecaminosos como aquellos cuyas vidas son guiadas por el error y la superstición. Las vidas de muchos “protestantes” no son mejores y a menudo son peores, que las vidas de los papistas, los judíos o los musulmanes. A veces, los papistas, los musulmanes y los judíos (cuyas mentes son guiadas por el error y las supersticiones) a menudo son más amables, más generosos, más celosos en la mortificación de la carne y en la auto-negación que muchos protestantes que profesan haber recibido verdaderamente el evangelio.
Todas las religiones falsas afirman que sus seguidores son más santos en sus vidas que aquellos que sostienen el evangelio de Cristo. Este es el argumento que utilizan cuando quieren ganar prosélitos para ellos.
Por lo tanto, las vidas de aquellos que profesan sostener la verdad no son el criterio para juzgar cuál es la verdad y cuál es el error. Pero en donde la verdad tiene un efecto poderoso sobre la mente, entonces la vida reflejará más perfectamente su gloria y su belleza para que todos la vean.
Pero es necesario afirmar que aquellos que no han recibido la verdad como el resultado de la iluminación del espíritu en sus mentes y que no han experimentado su poder transformador en sus vidas, no son creyentes estables, firmes y capaces de resistir todas las tentaciones de apostatar. Un creyente verdadero está dispuesto a que sus creencias sean juzgadas imparcialmente por su vida, porque no pretende ser perfecto (algo que ningún creyente espera en este mundo), sino solo sincero.
Pero si las vidas son el criterio acerca de quien posee la verdad, entonces a veces el error saldrá victorioso. El evangelio no transformará las mentes a menos que primero comunique aquellos principios espirituales los cuales son necesarios, para que su obra de transformar la mente sea eficaz. Si ponemos vino nuevo en odres viejos todo se perderá, el vino y los odres. Si ponemos la doctrina del evangelio en una mente vieja, no renovada y corrupta, pronto se contaminará y se echará a perder; y debido a que no es capaz de producir santidad de vida, la mente se vuelve escéptica contra ella.
Muchos han visto cuán ineficaz es poner los misterios del evangelio en mentes carnales y por lo tanto han dejado de predicarles estos misterios, y se han apegado a aquellas doctrinas las cuales están adaptadas al entendimiento natural de los hombres, tales como el comportamiento moral y la obediencia a la ley.
La santidad la cual el evangelio exige es la transformación de nuestras almas en la imagen y semejanza de Dios. Esta es la nueva naturaleza que se somete voluntariamente a la “buena voluntad de Dios agradable y perfecta” (Romanos 12:2).
Pero esto no sucederá a menos que “miremos la gloria del Señor”, porque solamente así podremos ser “transformados de gloria en gloria en la misma imagen” (2 Corintios 3:18).
Tampoco podremos “mirar aquella gloria” a menos que: “Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz” resplandezca en nuestros corazones para dar iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. (2 Corintios 4:6).
Esto es por qué la doctrina del evangelio es ineficaz en los corazones y las vidas de muchos por quienes la verdad es abiertamente reconocida y profesada.
Las ventajas de la religión falsa:
Los motivos de la religión falsa para traer una reforma de vida y empujar a sus feligreses a cumplir sus deberes, son motivos adaptados al entendimiento natural o a las supersticiones, temores, deseos, orgullo y otros sentimientos depravados.
Los motivos los cuales la mente natural puede entender son muchos. Los filósofos paganos de tiempos antiguos trataban de lograr que sus seguidores respondieran a la “luz natural” que supuestamente había en ellos. La obediencia a la ley también les es requerida, pero no es la pureza de la obediencia de la ley moral la cual exige la obediencia del corazón, sino solo una moralidad externa la cual debe satisfacer las demandas de las tradiciones humanas. Estas tradiciones invalidan la ley disminuyendo sus exigencias y poniendo en su lugar las demandas inferiores de la tradición. Estos motivos naturales se encuentran en todas las religiones falsas, incluso en las sectas cristianas falsas.
Otros motivos, especialmente entre los Romanistas, son tales doctrinas como, por ejemplo:
- La justificación por obras, indulgencias por el pecado, confesiones, penitencias y finalmente el purgatorio.
Todas estas cosas despiertan un sentimiento de reverencia (un temor supersticioso) y así tienen cierta influencia sobre sus vidas las cuales los principios y motivos del evangelio no pudieron producir. La obediencia y la sujeción a los principios y motivos romanistas, frecuentemente producen la apariencia de grandes actos de devoción, grandes obras externas de bondad y caridad, grandes actos de austeridad y grandes actos de auto-negación.
Entonces, ¿Por qué no produce la verdad del evangelio gloriosas obras de obediencia en todos aquellos por quienes es recibido y profesado?
Las desventajas de la verdad:
La verdad es más excelente que el error. La luz celestial es más excelente que la superstición. La fe es más excelente que los terrores inventados más temibles y los tormentos imaginarios. La paz verdadera es más excelente que la gloria y la reputación externas.
Hay una santidad, una vida fructífera de buenas obras, la cual es producida, preservada y mantenida por la verdad del evangelio. Esta santidad y frutos son producidos en aquellos que son verdaderamente regenerados y santificados por el Espíritu Santo, quienes reciben el poder de la verdad en sus mentes y en sus almas. Esta santidad es muy diferente de aquella que es producida por todos los principios y motivos de las religiones falsas, los cuales están diseñados para ajustarse a los deseos depravados de los hombres.
Pero en donde los hombres son ignorantes del poder del evangelio para regenerar y renovar sus mentes; sus vidas pueden ser tan malas (y es sorprendente que no sean peores) como las de los papistas y todas las sectas falsas o de todas las religiones paganas. Las religiones falsas tienen muchas supersticiones y principios falsos, los cuales refrenan hasta cierto punto las concupiscencias pecaminosas y los estimulan a hacer obras dignas de alabanza.
Los creyentes nominales, no conociendo nada del poder de la verdad evangélica en sus vidas, no pueden agradar a Dios y tampoco vivir vidas verdaderamente santas. No es meramente la profesión externa de la verdad, sino el poder interno de ella lo que es útil para el mundo y las almas de los hombres.
Así pues, la predicación la cual motiva a la gente en base a cosas las cuales el entendimiento natural puede recibir y aceptar (por ejemplo, la obediencia externa a las leyes morales), es más eficaz que la predicación de los misterios del evangelio.
El hombre natural está ciego en cuanto a los misterios del evangelio porque no puede ver su gloria, ni experimentar su poder. Sin embargo, los motivos espirituales, los cuales el evangelio revela, son los únicos motivos verdaderos de obediencia aceptable ante Dios.
Solamente ellos son “El poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16-17).
Entonces, si queremos estar establecidos en la verdad; si queremos mantenernos firmes en la fe; si queremos ser guardados por el poder de Dios del peligro de apostatar, entonces nuestra obra principal debería ser la de tener un conocimiento verdadero y espiritual de la verdad del evangelio, y experimentar su poder en nuestras vidas. Las meras ideas superficiales de la verdad, o el mero hecho de poseer un conocimiento intelectual de sus doctrinas que nos capacite para hablar de ellas o discutirlas con otros, no nos preservará de la apostasía. Aunque esta iluminación espiritual es el don de la gracia de Dios prometida a nosotros, sin embargo, debemos buscarla o no la tendremos (Mateo 7:7-11).
Si queremos estar seguros de no caer en la apostasía, entonces deberíamos tomar en serio los siguientes principios:
- Debemos orar fervientemente para que el Espíritu de verdad nos guíe a toda la verdad (1 Corintios 2:9-12; Efesios 1:16-20; 3:14-19; Colosenses 2:1-3).
- Deberíamos asegurarnos de que hemos aprendido la verdad tal como es en Jesús (Efesios 4:20-24).
- Aprender la verdad como es en Jesús, significa experimentar su poder transformador en nuestras vidas, mortificando el pecado, renovando nuestras naturalezas y conformándonos a la imagen de Dios en justicia y verdadera santidad.
El propósito básico de la revelación de la mente y la voluntad de Dios en las Escrituras es para que obre en nosotros un poder espiritual y práctico, a fin de que hagamos las cosas reveladas a nosotros. En donde estas cosas son descuidadas y no son entendidas, entonces los hombres se contentan a sí mismos con un entendimiento superficial del evangelio y terminan rechazando “el consejo y la sabiduría divinas”.
Debemos aprender a estimar aún un poco de conocimiento que nos dé un entendimiento verdadero acerca de la salvación y la santificación, más que las especulaciones y las ideas más altas de la mente humana, aun cuando dichas especulaciones e ideas tengan reputación de sabiduría, elocuencia y erudición.
Aquel que ha aprendido a ser manso, humilde, paciente, auto-negado, santo, celoso, apacible, buscando un corazón puro y deseando vivir una vida útil, es aquel que está más familiarizado con la verdad evangélica. Entonces, este conocimiento debería ser estimado por encima de aquel conocimiento intelectual hinchado y presuntuoso, que solamente busca engrandecer su reputación en el mundo.
Usted no debe contentarse hasta que haya descubierto por su propia experiencia la bondad, excelencia y belleza de las cosas espirituales.
Usted no debería estar satisfecho hasta que haya abrazado estas verdades con deleite y con un amor inconquistable. Sin esto, su fe no es mejor que la de los demonios (vea Santiago 2:19).
LA IGNORANCIA, OTRA CAUSA DE LA APOSTASIA.
Los hombres pueden conocer intelectualmente las doctrinas de la Biblia, pero ser ignorantes de su origen divino y no tener experiencia del poder de estas doctrinas en sus vidas. Otros son ignorantes de las doctrinas de las Escrituras porque ellos son flojos y no harán ningún esfuerzo para conocerlas. Otros son ignorantes de las doctrinas de las Escrituras porque han sido enseñados por maestros falsos (Proverbios 29:18). Si los maestros son ciegos y la gente también, entonces ambos caerán en el hoyo del infierno eterno. Otros son ignorantes porque han rechazado el conocimiento del evangelio (Oseas 4:6).
Frecuentemente muchos hombres, en tiempos de avivamiento, aparentan recibir la verdad. Muchos bajo el Antiguo Testamento en el tiempo de la reforma de Josías, se volvieron para profesar la religión verdadera, pero “no se tornó a mí de todo su corazón, sino mentirosamente, dice Jehová” (Jeremías 3:10), es decir lo hicieron en forma hipócrita.
La primera evangelización del mundo fue a través de la predicación de los apóstoles, evangelistas y otros acompañados por milagros, señales y maravillas, y una gran santidad de vida y mucha paciencia bajo las persecuciones. Ninguno fue recibido o admitido a la religión cristiana excepto aquellos que habían sido personalmente convencidos de su verdad, instruidos en sus misterios, conformados a sus mandamientos y fieles frente a la persecución.
Pero más tarde, reyes, gobernantes y potentados siendo enseñados por los papas y “los príncipes de la iglesia”, se volvieron cristianos en oposición al paganismo. Normalmente, sus aliados, familiares y súbditos les siguieron y se unieron a la iglesia. Estos no conocían del cristianismo, más que sus ritos externos y sustituyeron sus viejos ídolos por “nuevos santos”.
Por este medio, su profesión del cristianismo fue hecho con una profunda ignorancia de los principios, doctrinas y deberes más importantes del evangelio. Entonces, vino a ser muy fácil para aquellos que fueron considerados como guías, conducirles a todas aquellas doctrinas necias, prácticas idólatras, supersticiones, devociones y una obediencia ciega a los sacerdotes de la iglesia. De esto provino la apostasía fatal la cual culminó en la Iglesia de Roma. Como conocían muy poco de lo que deberían haber conocido y no se preocupaban por vivir en santa obediencia a lo que realmente conocían, entonces ellos abrazaron los errores y supersticiones a los cuales Dios les entregó como castigo. Este fue el “poder engañoso” que les apartó completamente del evangelio (2Tesalonicenses 2:11).
En una manera semejante, la mayoría de las personas de esta nación (el autor se está refiriendo a Gran Bretaña) recibieron la religión protestante como la mejor alternativa al papado. Pero, debido a su negligencia y descuido, flojera, ignorancia, y una actitud de indiferencia hacia el evangelio, multitudes son ahora vergonzosamente ignorantes de los principios y rudimentos de la religión verdadera.
¿Puede alguien que conoce algo del evangelio o de la naturaleza de la incapacidad humana para discernir las verdades espirituales, suponer que la lectura de oraciones, la predicación de un sermón sin celo, sin vida, sin poder o una compasión por las almas, acompañado por un comportamiento libertino, necio y mundano, fue la manera como los apóstoles pusieron el fundamento de la Iglesia y edificaron a los hombres en la madurez espiritual por su continua instrucción?
Debido a esta negligencia, “tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad los pueblos” (Isaías 60:2).
Algunos no quieren aprender. Otros no tienen quien les enseñe. Y otros más están llenos de concupiscencias mundanos, siendo amadores de los deleites más que de Dios.
Esto es lo que hizo fácil el surgimiento de la apostasía papal. La religión fue adaptada a las mentes carnales y supersticiosas, guiándolas a los errores y las fábulas, porque estaban ciegas y no sabían hacia donde iban. Entonces las verdades importantes del evangelio fueron abandonadas a cambio de los sueños de los monjes, las leyendas necias, los milagros mentirosos y otras supersticiones paganas. Fue la ignorancia lo que condujo a la gente a entregarse a estos engañadores.
Esto ayudó a los arquitectos de la apostasía romana a acomodar sus ideas, sus caminos y prácticas a los intereses mundanos de aquellos que serían seducidos para unirse con su iglesia apóstata.
Cuando los hombres son ignorantes de la religión verdadera, especialmente de sus doctrinas principales y el fundamento sobre el cual descansan, entonces, se comportan como los antiguos samaritanos quienes adoraban “lo que no sabían” (Juan 4:22). Como resultado, no tienen capacidad alguna parar defenderse en contra de los engaños que les son impuestos.
Juan nos habla de los medios para guardarnos de la apostasía. Debemos ser enseñados en la verdad, por el Espíritu de verdad (1 Juan 2:19-20, 27). Muchos son engañados “con suaves palabras y lisonjas” (Romanos 16:18). Por eso Pablo nos dice que debemos crecer en la madurez espiritual (1Corintios 14:20; 6:2; Hebreos 5:14). No debemos ser espiritualmente débiles e ignorantes (Efesios 4:14).
Roma envía a sus emisarios papales, que son simplemente “lobos vestidos de ovejas”. Su propósito es derrocar el protestantismo, especialmente en nuestra nación. Pero ¿Cuántos protestantes serían capaces de refutar a los romanistas y defender su fe contra ellos? Los protestantes siempre asisten al templo, pero nunca llegan a una plena certidumbre de la verdad.
Roma hipnotiza a los protestantes ignorantes con su reclamo de ser la verdadera expresión de la fe cristiana, y por su reclamo de haber existido antes del protestantismo, desde los días de los apóstoles.
Antes de que el protestantismo trajera “la confusión y el desorden”, la iglesia romana existía en una unidad perfecta. A los sacerdotes romanos les ha sido concedido “el poder” de perdonar todo tipo de pecados. Los santos, los ángeles y la “bendita virgen” misma conceden misericordia, gracia y bondad a todos los católicos. Diariamente, la iglesia romana obra milagros, especialmente el milagro de la “transubstanciación” en las misas cotidianas realizadas en todas partes del mundo. Además, hay muchos ejemplos maravillosos de devoción santa en las vidas de muchos católicos. Con estas y otras “glorias” romanas, Roma logra embrujar a muchos protestantes ignorantes para que crean que el papado es el camino más excelente.
Los protestantes inconversos y no espirituales, no pueden entender las grandes verdades del evangelio. Son para ellos “cosas extrañas” que no pueden entender. Ellos encuentran que el Romanismo es más compatible para sus mentes naturales, inconversas, mundanas y no espirituales.
El Romanismo está adaptado al hombre natural y no espiritual. Pero el evangelio de Dios y su verdadera adoración espiritual es aburrido e ininteligible para el hombre no espiritual.
Otro engaño es aquella religión que conduce a los hombres a mirar a “la luz interior” que está dentro de ellos. El hombre natural por su propia experiencia, encuentra que hay una luz interior en él, puesto que todos los hombres tienen la luz de su conciencia (Romanos 2:14-15). No habiendo experimentado la verdadera iluminación del Espíritu Santo, ellos suponen que la luz natural de su conciencia es la luz de la cual estos engañadores les hablan. Así pues, se dejan guiar por impulsos vagos y sensaciones raras suponiendo que estas cosas son la voz de Dios hablándoles directamente.
La apostasía de las verdades que son tradicionalmente aceptadas, pero no entendidas, es muy fácil. ¡Cuántos han perecido por falta de conocimiento!
Los protestantes espiritualmente ignorantes que sostienen las doctrinas protestantes tradicionales, pero no saben nada del poder de estas doctrinas en sus vidas, pueden perseguir y en ocasiones persiguen a los Romanistas, injuriándoles y tratándoles con desprecio. Tal como muchos romanistas persiguen a los protestantes injuriándoles y tratándoles con desprecio. Pero, si estos protestantes son llamados a dar una respuesta por la esperanza que hay en ellos, son incapaces de hacerlo. Tales protestantes están en gran peligro de apostatar y aún pudieran terminar nuevamente en Roma.
Los predicadores y maestros ignorantes entregan impíamente a su pueblo (atados de pies y manos) al poder de sus adversarios espirituales. Por otra parte, la predicación fiel y constante, y la enseñanza fiel en las doctrinas principales de la fe cristiana son una defensa segura contra la apostasía.
Las leyes externas y la observancia de formas externas y ceremonias, no son una defensa contra la apostasía. La instrucción en la verdad y la iluminación espiritual son los medios que Dios ha provisto para preservar a su pueblo de la apostasía, y son la única defensa segura contra el avance del papado.
Debemos ser celosos de esto, o en realidad no creemos que la instrucción constante en las verdades del evangelio sea la única manera para proteger al pueblo del peligro de regresar a la apostasía romana.
La reforma trajo al pueblo de las tinieblas espirituales a la luz espiritual del evangelio. Ahora, el descuido de la enseñanza de las mismas grandes verdades ha traído al pueblo de regreso a las tinieblas espirituales, y lo ha convertido en una presa fácil para el papado.
La carga que Pablo dio a Timoteo es una que cada ministro debe obedecer y tomar muy en serio (2 Timoteo 4:1-5). Los predicadores deberían estar preparados para predicar en todo momento. Ellos deberían redargüir, reprender y exhortar con toda paciencia y doctrina. No deben darse por vencidos, aun cuando sus oidores ya no soporten la sana doctrina, sino que están dispuestos a escuchar a las fábulas.
Pablo está diciendo a Timoteo que el ministerio evangélico es una labor dura. No hay descanso de “laborar en la palabra y la doctrina del evangelio”, apoyado por una vida santa. Para el ministro cristiano fiel solamente hay labor constante, continua y sin término.
Por otra parte, el ministerio romano es fácil. Es muy fácil para el sacerdote romano guardar al pueblo en el “redil” del romanismo. El clero tiene libertad para perseguir los placeres y honores de este mundo. No están obligados a cumplir con la labor fastidiosa, interminable y dolorosa. De hecho, entre más ignorante que sea su pueblo, es más fácil de mantenerlos sujetos a la autoridad de los sacerdotes.
Para impedir el avance del Romanismo, cada creyente necesita crecer en entendimiento espiritual, ser edificado en el conocimiento de los misterios del evangelio y así llegar a un entendimiento maduro de todo el consejo de Dios. Especialmente, el propósito de su amor y gracia en Cristo Jesús, a fin de que sea apto para ser usado por el Espíritu en “la salvación de las almas”.
Como ministros, será nuestra sabiduría el ser guiados y enseñados por el Espíritu Santo. Entre más que nuestra predicación sea acorde con el evangelio, y entre menos se mezcle con las ideas humanas y especulaciones, más difícil será instruir a los hombres en el conocimiento de él.
Las mentes de los hombres carnales y no espirituales son mucho más aptas para entender y recordar las fábulas, los errores y las supersticiones que las verdades evangélicas. Tales cosas son muy naturales para la mente depravada. Pero las verdades evangélicas, debido a la enemistad de la mente depravada contra Dios, son cosas que disgustan y son rechazadas (a menos que dicha enemistad sea quitada por la gracia de Dios).
Así pues, los hombres inconversos crecerán más rápidamente en cuatro o cinco días en los errores de la religión falsa, que lo que otros crecerán en cuatro o cinco años en el conocimiento de las verdades del evangelio.
Hemos conocido a muchos papistas “bien crecidos en un mes”, quienes son expertos en los misterios de la devoción papista. Pero el progreso y el crecimiento en la verdad de los misterios del evangelio es lento. Por lo tanto, una diligencia especial y una vigilancia constante son necesarias para instruir a la gente en las verdades espirituales, de lo contrario serán una presa fácil para la apostasía romana.