EL VERDADERO PROBLEMA

01
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Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios. —ROMANOS 3:23

HACE ALGUNOS AÑOS mi esposa, Ruth, y yo visitamos el campo de concentración nazi de Auschwitz, situado en el sur de Polonia. Allí encarcelaron y asesinaron brutalmente a unos seis millones de personas, judíos y no judíos, de toda Europa.

Vimos los alambres de púas, los instrumentos de tortura, las poco ventiladas celdas de castigo, las cámaras de gas y el crematorio. Cada pie cuadrado de ese lugar terrible era un testigo severo y vívido de la inhumanidad hacia otras personas.

Pusimos una corona y nos arrodillamos a orar junto a una pared en el centro del campo, donde los nazis fusilaron a veinte mil personas. Cuando me levanté y me di vuelta para decirles algunas palabras a las personas que se habían reunido con nosotros, los ojos se me llenaron de lágrimas y quedé casi sin habla.

No pude sino preguntarme: ¿Cómo pudo suceder algo tan terrible, planeado y ejecutado por una nación que había producido algunas de las mentes más brillantes del planeta?

Entonces recordé las palabras de Jesús en Mateo 15:19: «Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias».

Y comprendí que el verdadero problema está en nosotros, en nuestros corazones y en nuestras mentes.

NUESTRA ENFERMEDAD

La Biblia nos enseña que nuestras almas tienen una enfermedad. Es peor que cualquier temido cáncer o enfermedad del corazón que podamos enfrentar. Es la plaga causante de todos los problemas y dificultades del mundo.

Es causante de todo el dolor, la confusión y la desilusión de nuestras vidas.

Esta enfermedad es el más terrible, el más devastador problema en el universo. Ha lesionado a cada uno de nosotros. Ha destruido la armonía interna de nuestras vidas. Nos ha robado nuestra nobleza. Ha hecho que quedemos atrapados en una malvada y horrorosa trampa.

El nombre de esta enfermedad es una palabra fea. No nos gusta usarla. Ni siquiera nos gusta oírla. Pero esta enfermedad espiritual es la raíz de todos nuestros problemas. Todas las tristezas, toda la amargura, toda la violencia, la tragedia, la angustia y la vergüenza de la historia se resumen en esta palabra: pecado.

El pecado, el simple, anticuado pecado, es lo que todos estamos sufriendo hoy. Y no nos ayudará tratar de disfrazarlo con un rótulo elaborado y más atractivo. No necesitamos una palabra nueva. Lo que necesitamos es descubrir lo que la palabra que describe nuestra enfermedad mortal significa, y lo que podemos hacer en cuanto a esto.

¿QUÉ ES ELPECADO?

Quizás queramos adoptar un concepto superficial del pecado y referirnos a este como una «debilidad humana», pero Dios dice que nos trae muerte. Podemos llamarlo una insignificancia, pero Dios lo llama una tragedia.

Queremos disculparnos por el pecado, pero Dios tiene que convencernos del pecado y quiere salvarnos de él.

El pecado no es un juguete divertido. ¡Es un terror que se debe rechazar! Así que debemos aprender lo que el pecado es ante los ojos de Dios.

Los eruditos de la Biblia nos dan cinco definiciones del pecado:

Primero, el pecado es anarquía, la transgresión de la ley de Dios.

La Biblia dice: «Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley» (1 Juan 3:4).

Es porque hemos quebrantado la ley y los mandamientos de Dios que somos culpables de pecado.

Segundo, la Biblia describe el pecado como iniquidad.

La iniquidad es desviarse de lo que es correcto. La iniquidad incluye nuestras motivaciones internas, las mismas cosas que con tanta frecuencia tratamos de ocultar de otras personas y de Dios. Son los males que brotan de nuestra naturaleza corrompida.

La Biblia describe esta iniquidad interna cuando dice: «Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte» (Santiago 1:14-15).

Tercero, la Biblia define el pecado como «no darle al blanco».

Como una flecha que no le da al blanco, el pecado es no alcanzar la meta que se ha establecido. La meta de Dios es Cristo. El propósito de toda la vida es vivir conforme a la vida de Jesús. Cuando fallamos en seguir su ejemplo, no le damos al blanco y nos quedamos cortos ante la norma divina.

La Biblia dice: «Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23).

Cuarto, el pecado es intrusión.

Es ponerse uno mismo en el lugar de Dios, o traspasar ilegalmente el territorio divino. El pecado es centrar sus afectos en usted mismo en vez de extender los brazos del corazón para abrazar a Dios.

El orgullo y el egoísmo son manifestaciones del pecado, al igual que lo son el robo y el asesinato. Jesús dijo:

«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?» (Marcos 8:34,36).

Quinto, el pecado es incredulidad.

La incredulidad es pecado porque es un insulto a la verdad de Dios.

La Biblia dice: «El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo» (1 Juan 5:10).

La incredulidad cierra la puerta al cielo y la abre al infierno. La incredulidad rechaza la Palabra de Dios y niega a Cristo como Salvador. La incredulidad hace que las personas rechacen el evangelio y nieguen los milagros de Cristo. Por lo tanto, la incredulidad es pecado.

LA PENALIDAD DEL PECADO

Nuestros pecados pueden ser muy obvios, o pueden ser muy sutiles y ocultos. Quizás nos preocupan cosas que, aunque en sí no son malas, nos han abrazado con sus tentáculos y están eliminando nuestra hambre espiritual.

Puede ser que estemos ocupados con nuestras carreras o familias o con cualquiera de cientos de otras cosas que pueden mitigar nuestro apetito por Dios y su justicia.

Sin importar qué clase de pecados tenemos en la vida, todo pecado se paga con la muerte. Tristemente, ninguno de nosotros puede evitarlo ni arrancarse del corazón la corrupción del pecado. Y porque el puro y santo Dios del cielo no puede coexistir con el pecador, estamos en un estado de guerra con Él.

EN GUERRA CON DIOS

La guerra más grande que se estálibrando en el mundo hoy en día no esentre naciones y países. Es entre Dios ynosotros. Esta es la causa principal denuestra enfermedad espiritual.

Quizás ni nos demos cuenta de queestamos en guerra con Dios. Pero si noreconocemos a Jesucristo comoSalvador, y si no nos hemos rendido a Jesús como Señor, Dios considera que estamos en guerra con Él. Y la tragedia mayor sería que yo no le dijera que si usted no se arrepiente de sus pecados y recibe a Jesús como Salvador, se va a perder.

¡Pero eso no es lo que Dios quiere!

Dios no quiere estar en guerra con nosotros. Es más, la Biblia dice:

«De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16).

Dios quiere salvarnos, y ha provisto la manera.

SE REQUIERE UN CESE DELFUEGO

El secreto de encontrar paz con Dios es dejar de pelear con Él. Dios ha estado tratando de alcanzarnos durante

años con el mensaje de que quiere darnos paz.

Por medio de Cristo dijo: «Mi paz os doy» (Juan 14:27).

Pero Dios no nos puede dar su paz si estamos marchando bajo la bandera roja de la rebelión. ¡Tenemos que dejar de resistir a Dios! Debemos dejar de negarle la entrada a Dios a nuestras vidas. ¡Tenemos que dejar de pelear!

Debemos rendirnos al Único que puede rescatarnos de nuestro problema: el Dios que nos creó, el Dios que quiere darnos paz, el Dios que puede perdonar pecados, el Dios que nos ama.

 

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2 Comentarios

  1. Daaksson colina
    01 Mar 2023 13:51:06 Responder

    Realmente es impresionante reconocer que estás en guerra con Dios padre. Atravez de nuestra vida en pecado. Bárbaro este grandioso msj . gracias por su apoyo en My vida saludos y bendiciones.

    • centecriv
      09 Mar 2023 11:36:38 Responder

      Dios continúe perfeccionando su carácter en tu vida. Dios te bendiga.

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